domingo, 24 de noviembre de 2013

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Capítulo 5
Yo tuve un compañero a bordo de la balsa
El náufrago llevaba exactamente 24 horas en la balsa. Alejandro Velasco agitó su camiseta porque avistó aviones (los puntos negros en el horizonte), tras aparecer aviones pensaba que le iban a rescatar en unas horas. Se sintió desesperado y comenzó a torturarle la sed. Se cubrió con la camisa húmeda la cara y se recostó boca arriba de la balsa para proteger sus pulmones del sol, consejo que adquirió por las clases de un instructor. Escuchó un avión aproximarse y éste sí volaba a menor altura que los anteriores y directo hacia la balsa. Pudo ver que el avión pertenecía a los guardacostas y había visto a una persona con prismáticos se había percatado de la presencia del náufrago cuando estaba agitando su camisa.
!Me habían visto¡
Volvió a pasar el mismo avión de antes, pensó con certeza de que le habían observado y agitó más lentamente su camiseta. Definitivamente el avión se fue. Seguro de haber sido descubierto, pensó que lo rescatarían en una hora. Las horas pasaron y de un salto cayó en el centro de la balsa y apareció una aleta de un tiburón por la borda. Se dio cuenta de donde salían y hacia donde iban, lo que hizo que dedujera que salían de Cartagena e iban hacia Panamá, lo que hizo que remara hacia esa dirección. La sed le seguía apretando y cada vez se veía más desesperado.
Los tiburones llegan a las cinco
Se acercan tiburones a la balsa, llegaron alrededor de las cinco de la tarde. Al atardecer se marcharon y llegaron infinidad y diversidad de peces que nadaban alrededor de la balsa.
Cuando veía algún resto de pescado devorado por un tiburón, sentía que era capaz de vender su alma con tal de obtener un solo bocado. Alejandro Velasco dedujo que los tiburones únicamente aparecían solo a las cinco de la tarde y cuando empezaba el atardecer se marchaban. Aquella era su segunda noche de desesperación debido a la sed y hambre que poseía y aunque se sentía un poco débil, no estaba agotado. A pesar de no haber dormido en la noche anterior, tenía fuerzas para dirigirse hacia la Osa Menor en la que se encontraba una localización que conocía.
Un compañero en la balsa
A lo largo de la noche se encontraba con la aparición de un compañero del náufrago que se llamaba Jaime Manjarrés y que aparecía sonriente señalando la dirección del puerto. Al principio fue un sueño, pero aún despierto lo seguía viendo. Al fin decidió hablarle porque él sentía que ha estado en todo momento en la balsa, y Jaime Manjarrés le preguntó por qué no había bebido agua, ni tomado suficientes alimentos. Luego estuvo en silencio y le siguió señalando la localización de Cartagena que correspondía con el amanecer del Sol, aunque Jaime Manjarrés creía que señalaba las luces del puerto. Alejandro Velasco no se preguntaba acerca de la realidad natural de la aparición de su compañero marinero.
Capítulo 6
Un barco a la vista y una isla de caníbales
Alejandro Velasco llevaba la cuenta de los días que llevaba en la balsa, marcándolos en ella. Lo que se equivocó con la recapitulación de los días y dejó de hacer las marcas pertinentes en la balsa. Seguía sin comer ni beber, le costaba respirar y su piel estaba llenas de ampollas por el Sol. Decidió beber algo de agua del mar para refrescar su garganta, pero teniendo en cuenta las explicaciones de un instructor. Como es habitual los tiburones aparecieron a las cinco de la tarde atraídos por el color blanco de la balsa.
¡Barco a la vista!
Jaime Manjarrés le visitó de nuevo otra noche más, y volvieron a conversar. Alejandro Velasco vió aparecer un barco que se movía lentamente gracias a sus luces. Estaba agotado y había brisa en su contra que le impedía acercarse más a pesar de sus esfuerzos por remar. Desolado en el mar, comenzó a gritar, pero el barco desapareció. En la mañana de su quinto día, trató de desviar la dirección de su balsa porque temía llegar a una isla habitada por caníbales, ya que había leído un libro que consistía en que un náufrago se desvió hacia una isla de caníbales, en ella que fue matado y devorado. En ese caso el agua resultaba ser más segura que la tierra. Al mediodía trató de incorporarse para probar sus fuerzas, pero sólo sintió que ese era el momento que, según sus instructores, el cuerpo no se siente, no se piensa en nada y había que amarrarse a la balsa, pero Alejandro Velasco no se rindió porque creía que tenía posibilidades de seguir viviendo, y al amarrarse a la balsa lo único que se hace es morir. Aunque tenía hambre, sed y el dolor de sus rodillas mantenía la esperanza de sobrevivir y se veía refrescado al sumergir su cabeza durante un rato en el mar.
Siete gaviotas
Los peces golpeaban la balsa y el náufrago experimentó verdadera desesperación. Aparecieron siete gaviotas, esperanza de que la tierra estaba cerca, a dos días aproximadamente. Una pequeña gaviota permaneció al borde de la balsa y Alejandro Velasco esperó pacientemente e inmóvil a que ésta se acercara más para apresarla y comerla. Sintió una alegría al verlas.
Capítulo 7
Los desesperados recursos de un hambriento
Alejandro Velasco había escuchado del jefe de armas del barco que no debían matar a las gaviotas porque no es digno de un marinero, pero el hambre superaba sus principios y cuando la gaviota se acercó más, de un tirón la capturó y le rompió el cuello, pero al verle las vísceras, sentir su sangre caliente y la imposibilidad de desplumarla, sólo sintió repugnancia y no pudo comerla. Tampoco podía utilizar la gaviota como carnada porque no tenía nada con qué pescar, ya que no podía encontrar una manera de conseguir un instrumento o una herramienta para pescar con las cosas que tenía. Tiró los restos de la gaviota al mar, y los peces y los tiburones se disputaron sus restos. Aquella era su sexta noche y por primera vez salía la luna que iluminaba el mar con un aspecto espectral. Esa noche, su compañero no lo visitó y cada vez que perdía la esperanza el reflejo de la luz le figuraba un barco que podía rescatarlo en cada ola, y el mar estaba picado.
Yo era un muerto
El sexto día no recordaba lo que había ocurrido, pues se sentía entre la vida y la muerte. Hizo un enorme esfuerzo para amarrarse a la balsa para no morir devorado por los tiburones, ya que no quería verse en la situación de un hombre al ser devorado por los tiburones, que había observado en la costa de la playa. Sus mandíbulas le dolían por falta de uso y recordó que llevaba consigo las dos tarjetas del almacén  y optó por mascarlas, lo cual resultó un gran alivio. Debido a que sentía la garganta estragada y el dolor en las mandíbulas, endurecidas por la falta de ejercicio. Tras ello resurgió de nuevo la esperanza de vivir, y desapareció el pensamiento de desesperación del náufrago que pensaba que no iba a ser destrozado por los tiburones.
¿A qué saben los zapatos?
El alivio que experimentó con las tarjetas me agudizó la imaginación para seguir buscando cosas de comer, y el deseo por seguir mascando lo hizo masticar inútilmente sus zapatos de caucho, en los que intentaba arrancar la suela, su cinturón e incluso intentó utilizar su ropa, y llegó a quedarse en pantaloncillos. La séptima noche consiguió dormir y a veces se despertaba por el golpe de las olas, pero pronto reconciliaba el sueño. Cuando se despertó vio a las siete gaviotas  que había visto durante tres días, eran las mismas todos los días, perdidas en el mar lo que significaba que cada vez su balsa se encontraba a mayor distancia de la tierra porque ya no le indicaba la dirección del puerto.
Capítulo 8
Mi lucha con los tiburones por un pescado
Después de siete días de estar a la deriva, dejó de seguir luchando y ahora veía el mar, el cielo, los peces que escoltaban la balsa, de manera distinta, pues si había logrado sobrevivir hasta ahora, ellos se convertían en sus compañeros. Con las manos trató de capturar unos peces, pero éstos escapaban dejándole mordidas en los dedos. Debido a la sangre de Alejandro Velasco rondaban los tiburones alocados alrededor de la balsa.
¡Un tiburón en la balsa!
El alboroto era tal, que sin quererlo, un pez de metro y medio saltó a la balsa. La situación era peligrosa pues si perdía el equilibrio la balsa se podía voltear entre los tiburones o bien, la presa podía escapar. El náufrago se encontraba en una situación de vida o muerte. Con un remo, golpeó al pez y la sangre de éste alocó aún más a los tiburones, así que tomó entre sus piernas el pescado y mientras lavaba la sangre de la balsa, los tiburones se fueron calmando. Era un pez verde metálico con escamas fuertes que le hicieron creer que era venenoso.
Mi pobre cuerpo
El hambre hizo olvidar su suposición, que consistía en que el pez que tenía era venenoso, y tras un par de bocados, logró calmar su hambre y recobró energía. Aunque no le gustaba el sabor que tenía un pez vivo se lo comió por necesidad de comer algo que no había tomado bocado durante su travesía que desde el momento estaba durando 7 días. Decidió envolver al pez en su camisa y en un descuido al enjuagarlo, lo perdió en una batalla contra un tiburón. Estaba tan rabioso de haber perdido su única comida en muchos días, que golpeó al tiburón con el remo, pero el tiburón de una mordida lo partió en dos.
Capítulo 9
Comienza a cambiar el color del agua
Ahora sólo le quedaban 2 remos útiles, y sabía que si continuaba peleando contra el tiburón, los perdería la batalla, así que le surgió su instinto de conservación. El cielo daba indicios de lluvia, así que se quitó los zapatos para recoger agua del mar. De pronto apareció un aire frío y una enorme ola volteó la balsa, que le recordó a la ola que lo arrojó del barco. Por unos instantes perdió la balsa, pero la recuperó. Se encontró desorientado al caerse o al ser arrojado en el mar y alcanzó la balsa en dos brazadas que para el náufrago fueron dos segundos muy eternos. Durante esto recordó a su amigo del barco que el primer día del naufragio se encontraba en una situación parecida o similar.
Mi buena estrella
Optó por amarrarse a la balsa para no volver a perderla tras el fuerte oleaje. Afortunadamente eran las 12 de la noche y no habían tiburones. Otra ola volvió a voltear nuevamente la balsa y esta vez, amarrado a ella con la hebilla del cinturón, le costó trabajo aflojarse la hebilla del cinturón y aguantar la respiración. Estaba agotado y había tragado mucho agua, y la principal preocupación era mantener la balsa estable.
El sol del amanecer
El mar permaneció picado hasta el amanecer y no cayó la lluvia esperada. El náufrago volvió a tomar agua del mar, la cual le hacía bien a su estado físico y al estado de su garganta. Una gaviota negra y vieja sobrevoló encima de su balsa, entonces comprendió que estaba cerca de tierra, ya que no eran gaviotas extraviadas como las que había visto en repetidas ocasiones durante su travesía. Lo que hizo que tuviera fuerzas para resistir vivo en la balsa. El mar apareció un cambio de color de la superficie del mar del verde al azul  y pensó que debía permanecer la noche en vela, también por la abundancia de gaviotas y por el cambio de densidad del agua del mar, lo que hizo que se encontraría listo para observar las luces de la costa. Mientras escrutaba el horizonte, pensó en su novia. Era su octavo día y ese mismo día su novia asistía a una misa por el descanso de su alma en la ciudad de Mobile. Quizá fueron las gaviotas y la misa lo que lograron darle un poco de paz y esperanza.
Impresiones

Me parece alucinante lo que le sucede al náufrago durante la travesía, ya que me lo he imaginado durante muchas veces cuando me planteo si fuera un náufrago y me encontrase solo en la mar. El vocabulario que emplea el autor del libro es común, me refiero a esto que no es ni muy técnico ni muy vulgar, se encuentran en un término medio entre estos dos aspectos. Durante estas otras 20 páginas no sé lo que sucederá después de éstas, espero que cuenten las últimas 20 páginas del libro grandes historias como las ya contadas del naufragio. El transcurso de la historia se me ha pasado un poco larga y extensa que expresa un poco de aburrimiento, que se ve disminuido por la cantidad de sucesos que le ocurren al náufrago. Estoy emocionado e intrigado por saber lo que ocurrirá en las últimas 20 páginas, dentro de nada encontraréis en el blog las últimas partes de este gran libro de texto. También siento un ansía de terminar de una vez el libro, aunque está muy pero que muy bien.

*Cada capítulo de este libro  posee dentro de sí apartados que narran la historia de Alejandro Velasco durante su naufragio.

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